La vida de Ruby Arias se divide en antes y después del diagnóstico de cáncer. Afrontar esta enfermedad, luchar contra la temida muerte y renacer fue un proceso difícil y doloroso. Una historia que nos muestra la fuerza del espíritu y de la fe.

Por: Ariadne Villota Ospina.

Ruby tenía una vida que podríamos calificar como “normal” en nuestra actual sociedad. Madre, cabeza de familia, con dos hijos y un trabajo que le absorbía la mayor parte de su tiempo. Los últimos 10 años dedicada al Ejército Nacional como civil. Sus días eran, como ella misma lo dice, “un corre, corre”…de la casa al trabajo y del trabajo a la casa, los fines de semana alguna salida con amigos o familiares y siempre muy ocupada.

Pero en diciembre de 2022 su historia cambió. Regresaba de un corto viaje en Cartagena a donde fue enviada por sus empleadores como parte de los beneficios laborales de la entidad. Disfrutó del paseo, pero se sintió mal al llegar de nuevo a Popayán, ciudad de su residencia. Fue tanto el malestar que la llevaron al hospital y le diagnosticaron dengue. Algo usual en los viajes a zonas costeras.

Sin embargo, no presentaba mejoría y seguía internada en el centro asistencial. Por el cuadro médico que presentaba, le realizaron una biopsia y rápidamente obtuvo el diagnóstico que le cambió la vida: cáncer en la médula.

El 24 de diciembre de ese año fue muy diferente a cualquier otra Navidad. Esta vez no había alegría, fiesta, regalos, ni algarabía. Ruby estaba hospitalizada y con un diagnóstico que se siente como una sentencia de muerte. “la noticia fue muy dura para mí y para mi familia, fue algo inesperado, esa noticia me cambió la vida totalmente”, recuerda Ruby.

Antes del diagnóstico venía sintiéndose mal, rara, cansada; pero creyó que era el agotamiento del trabajo y la actividad diaria. Ella, como muchos hoy en día, tenía jornadas laborales extensas que se sumaban a las actividades en casa, por lo que creía que de allí derivaba su malestar general.

Antes de comenzar el tratamiento le repitieron la biopsia para descartar errores. Acompañada por su padre recibió el segundo dictamen, igual de contundente que el primero. Sintió miedo, angustia, desolación… pero su padre le dio la fortaleza que necesitaba, “recuerdo sus palabras, él me dijo que tuviera fe en Dios, que él sabía lo que pasaba y me iba a sanar. Desde ese momento me cambió la imagen de la enfermedad, esas palabras para mí fueron como si hubiera vuelto a vivir, si mi papá me dice eso es porque yo puedo, los tengo a ellos a mi lado y puedo salir adelante”.

En enero de 2023 comenzó tratamiento con quimioterapia, un proceso difícil y doloroso. Estuvo en dos ocasiones en cuidados intensivos, resistiendo gracias al apoyo de sus familiares y amigos.

Su cáncer era considerado poco común y muy agresivo porque afecta los ganglios linfáticos, el bazo, el hígado y la médula ósea. Afortunadamente los médicos indicaban que, por su diagnóstico temprano, sus esperanzas eran mejores que las de otros pacientes.

En junio de 2023 y tras algo más de seis meses de aquella noticia, recibió otra igual de desalentadora: las “quimios” no habían dado resultado y su cáncer avanzaba. Los médicos le informaron la situación y le indicaron que requería otro tratamiento aún más duro, “la mala noticia es que el cáncer sigue, pero la buena es que hay otra opción”, le dijeron, advirtiendo- sin embargo- que no podían garantizar resultados.

Fue tan duro aquel panorama que le pidió a los médicos unos días para pensar y decidir. “me reuní con mi familia, hablamos mucho y a los ocho días le dije al médico que sí me iba a someter al nuevo tratamiento”, señaló Ruby.

Eran ciclos intensivos de quimioterapias de ocho días enteros. Hospitalizada, recibiendo medicamentos día y noche, que dejaban su cuerpo devastado. Dice, con convicción, que fue la fe en Dios la que le permitió resistir y persistir, “hoy, les digo que para mí Dios es todo, fue quien me dio la fuerza, en cada quimio yo le decía: Dios que seas tú el que esté aquí poniéndome este medicamento, así pude resistir esos ciclos de esa terapia tan fuerte. Muchos creían que no iba a poder”.

Fueron dos años de tratamiento que finalizaron en 2024, “me hicieron exámenes y hoy puedo decir que la fe en la familia, en Dios, en la fuerza de las oraciones fue escuchada. Puedo decir que estoy sana, Dios me ha sanado, es un testimonio que les doy, agradezco a mis hijos, a mis padres, a mi familia, a todos les doy las gracias por acompañarme en este proceso”.

La Ruby de hoy, no es la misma que recibió aquella noticia en 2022. Por razones obvias de salud, ahora debe cuidarse más. Cambió sus hábitos, especialmente los de comida, no ingiere ninguna clase de licor, sale poco y extrema sus precauciones en todo, hasta del “sereno” de las noches payanesas.

Dice que aprendió a quererse a sí misma, a ponerse a ella por encima del trabajo, del dinero y las cosas materiales. Además, esta experiencia le sirvió para fortalecer su trabajo social, entendiendo que en el servicio a los demás, crecemos como seres humanos.

Junto a otras sobrevivientes del cáncer, se tomaron la vocería de los pacientes oncológicos en Popayán y el Cauca y llevan más de un año trabajando por estas personas que sostienen una lucha diaria con su enfermedad y con el sistema de salud.

Porque vivió en carne propia la angustia de esta enfermedad, sabe que los pacientes se sienten solos, agobiados, agotados y que, a veces, solo piensan en morir. Por eso, como sobrevivientes de cáncer, luchan con ellos y los apoyan en el proceso. Con la ayuda de algunas entidades y personas, lograron constituir las Mesas Municipal y Departamental de cáncer, donde actualmente representan a más de 200 pacientes oncológicos.

La principal problemática está en la atención que reciben los pacientes, que por su condición requieren prioridad en citas y continuidad en sus medicamentos y tratamientos, “esa es nuestra pelea, necesitamos que nos atiendan, que no nos envíen a otras ciudades, tenemos pacientes de otros municipios y cada desplazamiento genera costos. La mayoría de pacientes son de escasos recursos, por eso pedimos que las IPS y EPS nos atiendan en Popayán, con el personal médico de acá que está capacitado y en las instituciones de la ciudad, como el Hospital San José, que tiene el nivel que se requiere, no queremos traslados”, dice Ruby.

De esta experiencia Ruby nos deja grandes lecciones: el cáncer no es sinónimo de muerte; el autocuidado es clave para prevenir y detectar a tiempo; no hay que esperar los síntomas, debemos hacernos controles periódicos y, por supuesto, hay que vivir cada día como si fuera el último.

“Hoy soy una mujer distinta, hace dos años tenía otra vida y les digo que con esta enfermedad aprendí que primero está la familia y uno mismo, ya las cosas materiales que antes eran importantes, no lo son, pasaron a un segundo plano. Lo importante es servir, es dar y compartir con quienes me necesitan”, con estas palabras Ruby describe su mundo actual, en el que se siente feliz y en paz.