Si se tiene en cuenta que el 93% de lo que comunicamos es no verbal, y ahora digital, queda reflejado que quienes se ocupan de su apariencia logran mejores resultados en sus negocios. 

Por: Mafe Castañeda.

Si se tiene en cuenta que el 93% de lo que comunicamos es no verbal, y ahora digital, queda reflejado que quienes se ocupan de su apariencia logran mejores resultados en sus negocios. 

Cuando un emprendedor llega a una reunión con el objetivo de dar a conocer su negocio, antes de que pueda hablar sobre las bondades de su producto, basta solo siete segundos para que el otro  se forme  una primera impresión, (el 68% de las veces no se modifica), teniendo en cuenta que no tienen un posicionamiento que los respalde, sino que  ‘son ellos, contra el mundo’ y esto hace que su interlocutor  elabore  juicios de valor sobre cómo es, cuál es la forma de hacer negocios, cómo es su empresa y cuán confiable es.
Así de contundente es la primera impresión. De acuerdo con datos de la Universidad de Harvard, el cuidado de la vestimenta y la etiqueta corporativa incrementa en un 40% la posibilidad de cerrar exitosamente negocios, esto gracias a que es una herramienta generadora de relaciones fuertes comerciales y de confianza; logrando crear vínculos personales que se traducen no sólo en el incremento de las ventas sino también en la fidelización del cliente.

Pero, ¿cuál sería la imagen perfecta para qué un emprendedor logre proyectar su marca y ante todo su profesionalismo? La clave: alinear la marca personal con el portafolio de servicios y productos.

Los emprendimientos, antes que los títulos y la experiencia, se conectan con la historia y la percepción. Un emprendedor debe crear un vestuario basado en los detalles diferenciadores o captadores de imagen, enfocados en las características del diseño como el color, (ejemplo Mark Zuckerberg y sus camisas grises) y logos, entre otros, logrando transmitir los valores emocionales de la marca para generar una recordación contundente. 

Luego, no siempre, la formalidad es la mejor opción. Por ejemplo, para emprendedores del ámbito creativo, usar traje azul marino les quitaría atractivo y fuerza, porque no comunicarían creatividad e innovación, sino rigidez y estructura. 
El uso del color es la mejor herramienta porque éste trabaja a nivel del inconsciente. Cada tono genera diferentes emociones y sensaciones y, comunica mensajes diversos.  El negro produce rigidez y extrema formalidad y el rojo transmite tanta seguridad que puede producir ansiedad a un potencial cliente, así que siempre hay que saber qué tipo de cliente es para no equivocarnos en los elementos que pueden persuadirlo positiva o negativamente.
Por eso, un emprendedor no solo debe enfocarse en preparar su presentación y portafolio, debe también ‘cuidar los detalles’. Como decía el gran Zig Ziglar: No puedes subir la escalera del éxito, vestido con el traje de fracaso’.  Crea una ‘Imagen para Emprender’.