La Siembra, es la historia de dos hermanas y su mamá que encontraron a través del canto una forma de ser ellas mismas y de narrar lo que pasa en sus vidas y en la de otras mujeres, en sus cuerpos y en su territorio. Su música y sus letras hablan de crudas realidades, pero también de transformación, reconstrucción y esperanza.

Narradora: Gladys Adriana Espinel Rubio

Estefanía ensayó, ensayó y ensayó tanto esa canción en casa, que Adriana, su mamá, y Sara, su hermana menor, se la sabían de memoria, como esos vallenatos románticos que los cucuteños nos aprendemos ‘contra nuestra voluntad’ de tanto escucharlos en las emisoras que sintonizan las busetas de transporte público que van de Los Patios al centro o del Ventura a La Parada.

Por eso ese domingo, cuando se vio plantada por su compañero de dueto en un escenario instalado en el malecón del Pamplonita, ni las brisas del río podían aliviar el escalofrío que invadía su cuerpo al pensar que le tocaría cantar sola.

No era la primera vez en un escenario, tampoco la primera vez cantando. En su cabeza daban saltos los recuerdos de bailarina de danza urbana y de sus decenas de misas en la iglesia del Espíritu Santo en Cúcuta, pero ahora la situación era diferente.

De repente, una idea enmarañada en sus cabellos crespos entró a su cabeza “les dije a mi mamá y a mi hermana: ustedes van a cantar conmigo” y así, temblando del pánico escénico, extrañando ser las incógnitas de los templos católicos donde el coro nunca es el protagonista, entonaron ‘Bienvenido a mi mundo’. Ese día nació La Siembra. 

¿Y qué pasó?, les pregunto. “La gente gritó, lloró, aplaudió. Gritaban otra, otra, otra…”, cuentan entre risas.

 ¿Y cantaron otra?, les contrapregunto. “Nooo, tendríamos que haber empezado a cantar alabaré, alabaré”. Todas soltamos carcajadas.

Música y emancipación

Han transcurrido 6 años desde esa primera vez y hoy La Siembra son tres generaciones en el escenario – Sara con 18 años, Estefanía con 30 y Adriana, con bastantes-. Son tres mujeres habitantes de frontera; son dónde nos vemos reflejadas las que tenemos hermanas cómplices y mamás que soñaron ser cantantes, son potencia y son libertad.

Pero mientras La Siembra iba germinando, porque “nos presentamos en todos los escenarios que pudimos”, cuenta Adriana. Incluso en algunos en los que llegaron a decir “¿Qué estamos haciendo aquí?”, la vida familiar se fue transformando también.

Está claro que al esposo no le gustó ver a su señora componiendo canciones sobre violencias basadas en género (VBG). Verla en el escenario, menos. Le decía que se veía ridícula.

“Mi mamá inició ese proceso de emancipación de mi papá que no fue fácil” comenta Estefanía, y al tiempo que cantaban ‘A ti mujer’, un tema que se convirtió en su himno, ellas empezaban a sufrir por iniciar el camino de la exigibilidad de derechos. “Siempre había una pelea porque mi mamá trabajaba”, señala Sara. 

… qué linda te ves en los quehaceres de la casa,

lava y plancha que no sirves para nada.

Débil, frágil, florecita…

¿What’s men? Se acabó tu señorita

“Cuando bajábamos de tarima, las mujeres se acercaban llorando, diciéndonos sí, eso nos pasa, y nosotras sabíamos que sí pasaba porque lo vivíamos en casa”, explica Adriana.

Aceptan que ‘A ti mujer’ fue una canción sencilla sobre VBG, pero a medida participaban en colectivos para la prevención de esas violencias, su lenguaje se fue perfeccionando y hoy crean canciones que consideran más elaboradas.

Además de la VBG, Sara cuenta que La Siembra les ha permitido acercarse a temas que nunca vio en el colegio, “de participación política, no nos hablaron del Catatumbo en la escuela”, dice sorprendida.

Entonces fueron formándose una perspectiva de mujeres de frontera, “una visión del mundo que afuera nos hace muy diferentes”, expresa Estefanía. Gracias a esto, tuvieron eco de las ONG que tienen presencia en el territorio, y empezaron a conocer “más cosas de las que teníamos que hablar”, complementa Sara.

“Es descubrir con indignación: esto existe”, concuerdan las dos hermanas.

Durante estos 6 años han vivido la crisis migratoria, la pandemia del Covid19, el paro nacional en el 2021 cuando compusieron una canción que se viralizó en redes sociales y prácticamente las posicionó en la escena musical nacional.

Pero el proceso de creación, atravesado por la indignación, es emocionalmente desgastante. En los momentos más críticos de la movilidad transfronteriza entre Colombia y Venezuela, un organismo internacional les propuso componer una canción basada en las historias de vida de las mujeres migrantes que tenían sexo por supervivencia.

Leyeron y leyeron cientos de relatos. “Yo sufrí mucho porque sabía que lo que contenía esas hojas no era ficción, estaba pasando en la vida real todos los días”, relata Adriana. Con dolor compusieron ‘Normal’.

… Otro día normal y como siempre

el bullicio de la gente que transita por el puente sin saber qué va a pasar

lo que sucede en la frontera, normal, entre Colombia y Venezuela…

Hoy La Siembra está pensando en su paz, en medio de la agudización del conflicto armado en el Catatumbo y lo exacerbado de la violencia en la frontera.

Las tensas relaciones familiares se han sosegado. Desean grabar con otros grupos, quieren pasar del activismo musical a la industria musical, con una perspectiva más realista de hasta dónde pueden llegar.

“Queremos contar nuestras historias, las de las tres, que seguramente también serán sanadoras para otras mujeres”, concluye Estefanía.