El pasado 17 de octubre se conmemoró el Día Mundial contra el Dolor, una fecha dedicada a sensibilizar sobre el impacto global del dolor y la importancia de hablar sobre el tema abiertamente.  

Por: Ismenia Ardila

Y es que vivir la experiencia del dolor desde ha siempre ha sido un gran desafío para la humanidad. Vivir con un dolor crónico es un camino complejo que requiere apoyo y comprensión, no sólo por la limitación física sino emocional que te genera.

Esta dura realidad que viven millones de personas en el mundo, tiene graves repercusiones laborales y sociales. Según datos de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, una de cada tres personas lleva una vida “anormal” como consecuencia del dolor que le limita sus actividades, sin embargo, muchos van por ahí por la vida soportando el silencio su dolor, porque lo han normalizado como parte de su vida cotidiana y temen la estigmatización y exclusión que produce la queja constante, porque aunque la mayor parte de las personas saben lo que representa el dolor, asumen una postura insolidaria o indiferente.

El dolor es una señal del sistema nervioso que indica que algo no va bien en nuestro cuerpo. Las alarmas se encienden y la señal es transmitida por los nervios hasta la médula y luego al cerebro.

 

Cada quien es dueño de su dolor. El dolor que siente una persona frente a otra en la misma circunstancia nunca es igual. Esto es lo que se conoce como el “umbral” del dolor y está relacionado con la intensidad del mismo que le hace tolerable o insoportable.

Llevar un dolor crónico es sinónimo de malestar, dificulta el relacionamiento, el desempeño laboral, baja la autoestima, deriva en ansiedad y depresión, afecta la convivencia de las personas y Merma la felicidad.

Si algo debe dejarnos una fecha como esta, es la necesidad de pensar en el otro y respetar su dolor, como una experiencia personal que requiere consideración y solidaridad. Aislar a quien sufre dolor agudiza la carga emocional que está soportando y que tarde que temprano también puede llegar a nuestras vidas.