Muchas mujeres y hombres en Colombia llevan en sus cuerpos y en sus mentes las huellas del conflicto interno. Historias de vida que duelen pero que debemos conocer. Un camino para sanar y encontrar la paz.
Por: Ariadne Villota Ospina.
Alejandra Valencia ha vivido en carne propia el conflicto armado colombiano y aunque eso la ha hecho más fuerte y le ha permitido ser una líder y una vocera de las víctimas en su natal departamento del Cauca, lleva las marcas de la violencia en su cuerpo, pero sobre todo en su alma.
Es una mujer de descendencia indígena, pero se auto reconoce como mujer negra. Se graduó como normalista y a pesar de su baja estatura, muy pronto logró destacarse en el deporte a través de su participación en torneos y campeonatos de artes marciales en representación de la Universidad del Cauca. Esta fue una etapa que la llenó de orgullo y alegría, sin embargo, allí empezó a sentirse discriminada y señalada. Cuenta que le decían “machorra” en una clara alusión a su sexualidad y en un contundente rechazo por ser “diferente”.
Creció en una sociedad donde poco se hablaba de población LGBT (lesbianas, gay, bisexuales, transexuales) y donde “lo normal” era ser heterosexual. Era mejor, callar y tratar de adaptarse a ese mundo.
Su madre fue víctima de la violencia sexual. Cuenta Alejandra que ella trabajaba para las Fuerzas Militares y que allí fue abusada, “mi mamá trabajó en el Ejército y era violentada sexualmente y a mí me metían debajo de una cama”. Esto, sin duda, marcó su vida.
A finales de la década de los noventa y del siglo XX, Alejandra decide empezar a prepararse, a estudiar y a investigar para defender sus derechos y trabajar por el reconocimiento de la población LGBT y, en especial, de las mujeres lesbianas como ella.
Este proceso no fue fácil. “Yo empiezo en la universidad y me decían que era buena deportista porque era machorra. En la Alcaldía cuando empiezo a ir para saber cómo defender mis derechos, a mí no me dejaban entrar al baño y ponían letreros de fuera de servicio, pero yo veía cómo entraban otras personas…lamentablemente me tocó conocer la realidad del conflicto en mi propio cuerpo. Para contar lo que ha pasado he tenido que sufrirlo, he sido estigmatizada, señalada y yo creo que eso me ha fortalecido a pesar de que me han hecho tanto daño no reniego, no maldigo, yo empiezo a reconstruir y a decirle al Estado cómo nos pueden restablecer…”
Empezó un trabajo social para visibilizar a la población LGBTI porque en el Cauca no se hablaba de eso y menos de que fueran víctimas del conflicto. Las estadísticas eran prácticamente nulas y, de igual manera, la política pública o las medidas para garantizar sus derechos.
En el 2013 fue víctima de empalamiento, secuestro y tortura. Algo inimaginable que pocas personas logran superar, “entonces empiezo una reconstrucción de vida, yo he dicho que tuve que morir para vivir, en ese entender de esta desilusión por el marco del conflicto armado porque nosotros no existíamos hasta la Ley 1448 que comienza en el 2011”, dice Alejandra.
Pero hablar de violencia sexual en Colombia no es fácil, “decir que sufrimos de un empalamiento o que somos víctimas de un abuso sexual que ahora es denominado delito no es sencillo, en su momento nos decían “es que a ustedes las cogieron para que se volvieran mujeres, porque les faltó hombre” y por ese estigma hay muchas historias que no han sido contadas”.
Poco a poco, Alejandra Valencia logra convertirse en la voz de los que no tenían voz y comienza un duro camino de reconocimiento social. A través de entidades sin ánimo de lucro, organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales y de algunas instancias del Estado como la Mesa de Víctimas, comienza su liderazgo
“Fui llamada por el Gobierno para hablar sobre las Farc y el ELN y contar cómo nos habían dañado nuestros cuerpos. Soy una de las pioneras en sacar memoria historia de población LGBT que se llama “Invisibles, Cuerpo y Dignidad” y ¿Por qué invisibles?, porque es muy diferente hablar de violencia en mujeres hetero, hablar desde la cosmovisión en el conflicto armado que nosotras, es decir, nuestros cuerpos los tuvimos que poner para una lucha y una batalla que íbamos a perder. A nosotras no nos escuchaban, a nosotras nos decían que estábamos incluidas en la ficha del desplazamiento forzado víctimas de violencia, pero no nos colocaban que era por nuestras identidades sexuales”, narra Alejandra.
Ahora Alejandra, lleva casi 10 años como Coordinadora de la Mesa de Víctimas del Cauca, liderando un trabajo para la reivindicación y restablecimiento de derechos, luchando por mostrar que las mujeres lesbianas tienen una identidad y que han sido víctimas tanto de militares como de grupos ilegales en el marco del conflicto armado colombiano.
“Nosotras comenzamos a decir: ¡Cauca despertemos!, somos 42 municipios, somos pluricultural y étnico. Ser negro, ser trans, ser mujer, ser gay nos estigmatiza mucho más y por ello comenzamos esa lucha de decirle al Gobierno Nacional oiga nosotros también somos seres humanos, no somos enfermos, por qué nos tratan como enfermos y antisociales. Yo decía por qué me etiquetan… yo soy una mujer que hace la defensa de los Derechos Humanos para nuestra población”. Además, Alejandra narra que en la recopilación histórica que realizaron, muchas mujeres trans dieron su testimonio porque las llevaban a la guerra a peluquear a los hombres por 2 mil pesos y los guerrilleros las empalaban y a las lesbianas les cortaban el clítoris, en una experiencia que marcó sus vidas, sus cuerpos y sus mentes.
En 2019 tuvo la oportunidad, brindada por la ONU, de salir del país para un proceso de recuperación emocional y cuando regresó en 2020, fue atacada de nuevo, “me dañan el rostro por la defensa de los derechos de las mujeres trans en el conflicto armado…muchos me dicen quítese los parches del rostro y no lo voy a hacer porque mostrar esta huella reivindica mi derecho de vida. Por eso digo que tuve que morir para vivir, porque a mí me mataron en vida, pero no me quitaron la satisfacción de decirle a muchos hermanos y hermanas vamos a luchar en este conflicto que aún sigue en el Cauca, a mí me duele que tengamos que hablar de paz cuando no hemos sanado, si no hay una sanación no podemos avanzar en los procesos”.
Y es que Alejandra está convencida que solo el sanar lleva a la cosmovisión de paz que quieren para el Cauca y Colombia, lo que busca como vocera de la población, ahora denominada LGBTIQ+, es terminar con la discriminación y la estigmatización, contar las realidades que muchos han intentado callar. Mostrar que ni ella ni los demás integrantes de su población son diferentes a los demás, “lo que te daña a ti, me daña a mí, busquemos la satisfacción de equilibrar nuestra cosmovisión y mejoraremos todos”, dice con contundencia.
Con el lema “No somos un chiste” se enfocan en contar su realidad, “creen que nuestra vida es alegría y se burlan de nosotras por nuestra sexualidad, no nos visibilizan en la realidad, muchas no cuentan sus historias por tenemos al señalamiento, algunas de nuestras mujeres han tenido que salir del país por amenazas, si hablamos malo y si no también…eso es lo que está pasando en el Cauca, nos da temor, no miedo porque el miedo lo perdimos cuando nos violentaron…estas son nuestras realidades”.
Actualmente la situación de víctimas en la región es compleja, con corte a 31 de agosto de 2024, las estadísticas oficiales indican que en el Cauca han ocurrido más de 770 mil eventos victimizantes y más de 300 mil personas han sido sujeto de atención, siendo el desplazamiento forzado y el homicidio, los hechos más recurrentes.
Evidentemente el problema sigue y la necesidad, no solo de atención, sino de verdadera reparación sigue más vigente que nunca. Como dice Alejandra, “Yo tengo una frase de un taita que dice “De vez en cuando y de cuando en vez hay que mirar hacia atrás para dar un paso hacia adelante” y esta entrevista es parte de eso, de hablar de nuestro pasado para que nuestros muertos no queden ahí, no queden ´moridos´. Hablar de ese pasado para este presente, porque no hemos podido superar esta realidad… de hablar de una paz total cuando tenemos muertos y personas estigmatizadas y señaladas de todas las poblaciones”.